

Querer la época en la que nacimos, el lugar donde vivimos, el sexo, el físico y la familia que nos ha tocado. Somos imagen de Dios y como tal queridos. El cariño a nuestros cuerpos y a nuestras realidades se manifiesta con respeto y aceptación, no conformismo. Este artículo nos anima a querernos y a cuidarnos para el futuro.